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Conociendo el lado más improvisado de... Alejandra Jiménez-Cascón

¿Cuándo comenzaste, dónde y por qué?

En las clases de teatro del instituto trabajábamos desde la improvisación, aunque yo aún no sabía qué era aquello, pero yo pensaba que el teatro siempre era así. Cuando empecé la ESAD me di cuenta que no. Al llegar a Barcelona y empezar a formarme en Lecoq volví a descubrir el placer del juego teatral donde la historia se crea en el instante. Luego entré en la compañía Planeta Impro y ahí pensé: "esto es lo que yo quería cuando empecé a estudiar: esta libertad, este juego, esta inmediatez."




Alejandra Jiménez-Cascón, su lado más improvisado
Alejandra Jiménez-Cascón, su lado más improvisado

¿Qué es lo que sentiste la primera vez que viste impro?

Vi Zapping de la compañía Planeta Impro en el Llantiol. Ellos actuaban allí cada martes a las 21 y yo hacía mi espectáculo Pérdidas a las tres a las 23. Así que siempre veía la última parte del show. Recuerdo que me sorprendía cómo se generaba comedia de una forma tan espontánea y fácil.


¿Cuáles son tus referentes?

El 95% de lo que sé de impro lo he aprendido con mis compañer@ de la compañía Impro Barcelona. Estuvimos 13 años improvisando junt@s en Planeta Impro y luego en el 2015 formamos nuestra propia compañía: Impro Barcelona. Tod@s ell@s tienen un talento impresionante y jugar cada semana con ell@s durante tant@s añ@s ha sido el mejor entrenamiento. Con ell@s he aprendido a jugar, a disfrutar y a soltar. He aprendido a escuchar y a descubrir una historia en cualquier detalle.





¿Momento mítico que hayas vivido en escena?

Una vez hicimos un bolo de Zapping en no sé qué pueblo de Cataluña, no lo recuerdo. El equipo amarillo éramos Jose Malaguilla, Franco Maestrini y yo. Sin duda fue de los peores bolos que hemos hecho nunca. La gente del pueblo nos miraba en plan: "pero estos de qué van."

El mejor momento fue cuando Jose y yo creamos un tren que como cargamento llevaba esponjas y Franco, con su toque gestual, intentaba darle consistencia al tren avanzando por los railes. Mientras Jose y yo hacíamos de las esponjas desplazándose: un horror.

Pero lo mejor fue el viaje de vuelta en furgo donde los tres estuvimos riéndonos del bolo desastroso que habíamos hecho. Creo que Jose y Franco quizás no los saben, pero allí ya se gestaba la complicidad necesaria para crear la Escuela de Impro de Barcelona años después.

¿Momento preferido en clase?

Me encanta el momento en que el alumn@ hace algo inesperado sin darse cuenta. A veces superamos muchos límites en el fervor del juego, en el entusiasmo del momento y sintiéndonos protegido@s y parte de un grupo. Ver eso siempre es un regalo. Cuando alguien rompe una limitación la rompe para tod@s. No hay niveles para esto. Este gesto de ir más allá siempre es máximo y e inspira profundamente.

¿Qué odias/qué amas de la impro?

Amo de la impro el vacío inicial. Me encanta no tener que preparar nada y saber que lo mejor estar por pasar. Intento aplicar esta confianza en mi propia vida. Creo que no odio nada, pero sí que con el tiempo me gusta ser cada vez menos esclava del público, es decir, no tener que dejarle claro que es impro preguntándole continuamente inputs. Me encantaría hacer un espectáculo con una sola palabra y no volver a preguntarle al público nada más.


¿Hacia dónde va tu manera de improvisar?

Hace tiempo que estoy más involucrada en procesos de creación donde la impro es tan sólo una herramienta para descubrir la dramaturgia. Pero en el espacio que le doy a improvisar estoy cerca de la corriente general actual: más presente, más escucha, más construir con y para el otr@ y más hacia una dramaturgia cuyo principal motor son las emociones.





¿Tienes algún sueño por cumplir en el escenario?

Escribir historias y contarlas en el instante presente es un sueño para mí. A partir de ahí todo es un regalo más.


¿Algún momento surrealista que hayas vivido con la improvisación?

Franco y yo hicimos un bolo en Elche para una boda. Improvisábamos al aire libre y hacía fresquito. Franco estaba sudando y del contraste le salía "literalmente" humo de la cabeza. Yo lo miraba y no podía parar de reírme. Él súper profesional seguía hacia delante como si nada y yo en cada impro le decía: "señor le sale humo de la cabeza", mientras Franco me miraba en plan "déjate de cachondeíto y a ver si -acabamos de una vez el maldito bolo." Cabe decir que después de este bolo, me vine a arriba y le pedí matrimonio.

Define la palabra "estreponcio"

Dícese del nódulo intestinal provocado por estrés emocional tras un soponcio.


¿Por qué recomendarías hacer impro?

Es equipo, es juego , es presente, es pura creatividad. Es volver a ser niñ@s sin miedo al error. Para mí no hay nada más completo e integral.

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